Hubo una vez un jardín en el que había plantadas muchas flores. Flores de todos los colores y formas. La gente solía pararse a observar tal hermosura.
Entre todas aquellas flores, había una que llamaba la atención, era la más majestuosa y bella de todas. Estaba acostumbrada a ser el centro de atención, a ser comparada con todas las demás saliendo siempre vencedora.
Un día, trajeron una nueva planta, la cual tenía un capullo cerrado, y la plantaron cerca de la más hermosa. Se veía tan fea la pobre toda de color verde... la más hermosa de las flores se apiadó de ella por ser una planta tan fea, le cogió cariño. Procuraba darle sombra cuando el sol estaba en lo más alto, compartía el agua del riego, la ayudaba.
Llegó el momento en el que se abrió el capullo, la flor hermosa descubrió que se trataba de una flor exactamente igual a ella, pero de otro color. Tan hermosa y vistosa como ella. Desde ese momento, empezó a tratarla peor, tenía que competir con ella por las miradas de la gente... pasó de la compasión al odio, ya no era ella la más bella.
La nueva flor además de bonita, era simpática, y trataba a las demás flores con normalidad, por lo que poco a poco las demás flores fueron dando de lado a la envidiosa, quien, aunque no perdió su belleza, terminó siendo la flor más solitaria del jardín.
Moraleja: Trata a tus semejantes como iguales, no les subestimes y no permitas que los celos y la inseguridad te consuman.
10 de mayo de 2009. Beatriz Alonso Prieto
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